Seguramente habrás escuchado más de una vez y de dos que estudies, que tengas un trabajo, una familia y hagas lo que tienes que hacer o que te dediques a lo tuyo. Como si lo tuyo fuera
tuyo y de nadie más. Por supuesto nadie te dice: «apuesta por tu diferencia«. Eso suena raro.
Todo esto son historias de épocas pasadas, que se arrastran de un sistema social y educativo que se empeña en medir la inteligencia en base a notas y exámenes, obviando la multitud de
habilidades o diferentes inteligencias.
A causa de esto, intentamos esconder todo aquello que nos hace diferentes con el fin de encajar en la sociedad y en un sistema de producción perfectamente diseñado.
Y es aquí cuando la cagamos.
Si ocultamos aquello que es raro o poco común para ocupar un puesto más en la sociedad, ¿qué sentido tiene? Ninguno absolutamente. Habrá quien decida seguir el camino establecido
y hacer lo que tiene que hacer para sentirse seguro y no complicarse.
Pero creo que la vida está para arriesgar y ser la mejor versión nuestra posible, lo más auténtico que podamos ser.
Cuando puedas darte cuenta de lo que te diferencia, ahí tendrás una mina de oro para explotar y ponerlo al servicio de los demás. No importa la profesión que tengas, quien seas o de donde
seas, todos podemos hacerlo y vivir en concordancia con estos principios.
Pero bueno, esto es un espacio sobre marketing. ¿Qué tiene que ver todo esto?
Prácticamente todo. El marketing al final se basa en saber diferenciarse, saber encontrar las fortalezas de algo, de un producto, de una empresa, de un canal de distribución, de un grupo y
explotarlas para conseguir una ventaja competitiva sobre la competencia. Aquí explico algunas de las claves.
Todas las marcas de éxito (empresas y personas) han triunfado porque un día apostaron por aquello que les hacia distintos, en vez de limarlo para poder encajar en un sistema arcaico.
Mi consejo: apuesta por tu diferencia.